Principios

Todos los agentes y actores del proceso de intervención (la persona con diversidad funcional, el equipo profesional y las familias) deben tener conocimiento y sentirse  partícipes de esta filosofía de atención para el cumplimiento de sus fines y para poder consensuar objetivos y desarrollar actuaciones significativas y coordinadas. Esta implicación resulta crucial, ya que la asunción de estos principios y la organización fundamentada en los mismos constituyen herramientas insustituibles para posibilitar el desarrollo y la mejora de las capacidades de las personas con discapacidad.

Estos PRINCIPIOS son:

  • AUTONOMÍA: La persona ha de tener control sobre su propia vida, es decir, debe actuar con libertad. Este principio el más crucial de todos ya que hace referencia al reconocimiento de la capacidad de autogobierno de las personas con discapacidad para tomar sus propias decisiones y, por tanto, elegir libremente y sin coacciones externas entre diferentes opciones y alternativas.

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  • DIVERSIDAD: El centro debe permitir, como metodología de trabajo, que los usuarios/as muestren sus preferencias y puedan elegir ante opciones diversas relacionadas con procesos cotidianos que les afecten. Además, la planificación de programas y apoyos deben tener en cuenta este criterio y, así hacer una oferta diversificada capaz de componer un abanico amplio de posibilidades. Entre los programas relacionados con el aprendizaje de habilidades se contemplará siempre la capacitación para posibilitar la expresión de preferencias y deseos para tomar decisiones.
  • PARTICIPACIÓN: La persona tiene derecho a estar presente en la toma de decisiones que afecten al desarrollo de su vida. Principio íntimamente ligado con el anterior, ya que no se puede avanzar en el proceso de afirmación y de autodeterminación si no se está presente en los procesos de toma de decisiones.
  • INTERDISCIPLINARIEDAD: Hay que promover la participación de los usuarios/as en el centro. El Centro ha de fomentar una política participativa de las personas con diversidad funcional llevando a cabo programas de desarrollo de habilidades para la participación y desarrollando sistemas y cauces que la garanticen. Todo el proceso de intervención ha de concebirse desde el concepto de trabajo en equipo, en el cual todos sus integrantes actúan con metodología interdisciplinar. Todos hemos de actuar desde unos valores y objetivos compartidos y mediante una metodología y actuaciones coherentes con los mismos.
  • GLOBALIDAD: Este principio ha de presidir todo el proceso de intervención, entendiendo éste desde una dimensión sistémica donde interactúan los diversos agentes del proceso: persona con discapacidad, educadores, familia, ambiente y contexto comunitario. Asimismo, la intervención ha de dirigirse hacia un desarrollo global de la persona, contemplando tanto las capacidades instrumentales de la misma como las emocionales y relacionales.

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  • INDIVIDUALIDAD: Todas las personas con diversidad funcional son iguales en cuanto al ejercicio de sus derechos de ciudadanía, pero cada una de ellas es única y diferente.
  • ATENCIÓN PERSONALIZADA Y FLEXIBILIDAD: La atención y el Plan Individualizado de Atención (PIA) tienen siempre en cuenta el estilo de vida de la persona, respetando sus preferencias socioculturales. La intervención debe ser personalizada de modo que el desarrollo de los programas específicos de intervención den ajustada respuesta a las diferentes  y cambiantes necesidades de apoyo que presenten las personas a lo largo de su estancia en el Centro de Día Coraje. Es el centro el que ha de adaptarse a las necesidades específicas de los usuarios/as y no viceversa, ofreciendo, dentro de las posibilidades reales, planes funcionales adaptables, programas diversos e intervenciones personalizadas. La flexibilidad ha de ser una constante en los planes funcionales de los usuarios/as y los programas que desarrolla el centro.
  • NORMALIZACIÓN E INCLUSIÓN SOCIAL: Las personas con diversidad funcional son miembros activos de la comunidad y ciudadanos con derechos. Por ello, han de tener acceso y posibilidad de disfrutar de cuantos bienes sociales y culturales existan en igualdad con el resto de la población.
  • INDEPENDENCIA Y BIENESTAR: La persona que presenta grados importantes de afectación y discapacidad tiene derecho a recibir apoyos que mejoren su situación de dependencia y su bienestar subjetivo.
  • PREVENCIÓN Y REHABILITACIÓN: El recurso debe favorecer la inclusión de las personas. Hay que evitar crear un centro monográfico, diferenciado en función del grado o tipo de discapacidad. Es importante ofrecer programas diferenciados y diversificados que se adapten a las necesidades heterogéneas del colectivo, posibilitando a cada usuario/a la incorporación a los programas en función de su situación actual y los apoyos que precisen. NOS NEGAMOS A SEGUIR LA CREENCIA ERRÓNEA sobre la ineficacia de la intervención en las personas gravemente afectadas y, por ende, proponemos un reajuste permanente de los objetivos, siendo la calidad de vida el eje que debe vertebrar nuestros programas. Afirmamos que siempre es posible restaurar o descubrir capacidades y prevenir el incremento de la dependencia.

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  • RESPETO A LA PROPIA DIGNIDAD: Las personas que presentan alguna discapacidad tienen derecho al respeto de la diferencia y al de su propia dignidad.
  • INCORPORAR VALORES ÉTICOS EN LA ATENCIÓN: La ética profesional ha de estar siempre presente en todo el proceso de intervención. Se trata de que la práctica profesional esté impregnada de un gran respeto a los derechos humanos, donde se defienda la privacidad, la dignidad, el respeto a la diferencia y a la libertad personal a la vez que desechar actitudes sobreprotectoras y actuaciones que puedan caer en la infantilización de las personas adultas con discapacidades.